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El gran legado de los inmigrantes en Colombia


La llegada de los venezolanos ha recordado que Colombia también es un receptor de inmigrantes. Y aunque no han sido tantos como en otros países, los que se quedaron han tenido una influencia clave para la cultura y el desarrollo del país.

Afinales del siglo XIX, gran número de europeos y de árabes que vivían en territorios del Imperio turco-otomano decidieron buscar un mejor futuro al otro lado del mundo. Afectados por la industrialización del campo, el desempleo y la situación política de sus países, armaron su equipaje, abordaron transatlánticos y partieron con sus familias a lugares como Estados Unidos, Argentina, México, Uruguay, Chile o Brasil. Aunque Colombia no era un destino cotizado, al país también llegaron algunos que entraron por la costa Atlántica y se repartieron por varias regiones. No eran los primeros, pues varias décadas atrás ya habían arribado alemanes, franceses, italianos y chinos que buscaban oportunidades comerciales y laborales. Y siempre fueron pocos comparados con los que fueron a parar a otros países: por ejemplo, mientras entre 1846 y 1932 Argentina recibió más de 6 millones de inmigrantes, en el mismo periodo a Colombia llegaron solo unos 56.000. Pero aun así su arribo transformó al país: abrieron camino en algunos sectores que los colombianos no habían desarrollado, crearon empresa, se mezclaron con la población local e introdujeron su gastronomía, su música y sus gustos culturales.

Tiempo después llegaron más: españoles expulsados por la Guerra Civil, japoneses que se asentaron en el Valle del Cauca, judíos que huían de la Segunda Guerra Mundial y suramericanos que se aventuraron a probar suerte no tan lejos de sus lugares de origen. Varios de ellos dejaron huella en la cultura, la economía, la política y la educación del país. Y apellidos como los de Antanas Mockus, Antonio Navarro Wolff, Yamid Amat, Alejandro Char o Carlos Ardila Lülle, personajes importantes en la vida nacional, recuerdan constantemente esa herencia.

Aunque con el paso de los años, por culpa de la situación económica, el narcotráfico y el conflicto armado, Colombia pasó a ser reconocido más como un exportador de emigrantes, esa faceta de país receptor ha vuelto al primer plano como consecuencia de la llegada de los venezolanos y a la noticia de que algunos refugiados iraquíes y sirios están en Bogotá. Poco atractivo Desde la Independencia la clase dirigente pensó que la mejor manera de impulsar el desarrollo era facilitar la llegada de extranjeros. Pero en la realidad el país nunca fue un destino apetecido por la falta de incentivos concretos, las complejas políticas para adquirir la nacionalidad y las medidas que tomaron algunos gobiernos para ‘filtrar’ a los inmigrantes. En cambio, en Argentina y en Uruguay, las inmigraciones que llegaron entre los siglos XIX y XX son tan importantes para la diversidad de la población como la llegada de los españoles o de los esclavos africanos durante la Colonia. Cuando salió el primer decreto para impulsar la llegada de inmigrantes al país en 1821, Colombia era una nación empobrecida por la guerra de Independencia, con una estructura económica colonial, exceso de mano de obra e inestabilidad política, factores que se sumaban a que la geografía agreste mantenía incomunicadas a las regiones. Las numerosas guerras civiles que estallaron a lo largo del siglo XIX y el conflicto armado interno que siguió no ayudaron a mejorar la imagen. Y mientras los dirigentes de otros países del área promovieron sus bondades en Europa con otorgarles bonos, pagarles los pasajes en barco y regalarles tierras, Colombia no lo hizo con tanta fuerza. “Al país sí llegaron inmigrantes, pero casi a cuentagotas –explica el historiador Pablo Emilio Rodríguez–. Muchos vinieron por error o porque sus barcos iban a Panamá o al sur del continente, pero al atracar en Barranquilla desembarcaban para probar suerte”. Quienes llegaron, atraídos por los recursos naturales y contratados por empresas estatales que buscaban mano de obra calificada, comenzaron a trabajar en las minas, en misiones educativas, en la construcción de líneas ferroviarias y en la arquitectura. Otros, como los alemanes que llegaron a Santander hacia 1850 (Geo von Lengerke fue el más importante de todos), decidieron probar suerte en los negocios y abrieron líneas comerciales entre Colombia y sus países de origen. Los sirio-libaneses y los chinos se dedicaron al comercio.


 
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